jueves, 9 de mayo de 2013

"No es una mente, no es un cuerpo lo que educamos, es un hombre..."



"No es una mente, no es un cuerpo lo que educamos, es un hombre…”
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso –reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, ¡…se enciende…! Tomado del Libro de los Abrazos, de Eduardo Galeno.
Esta historia es perfecta para ilustrar las diferencias en el alma de los seres humanos que nos rodean; y más aún el que en este momento quiero reflejar. El Maestro, ese ser dotado de dones especiales, que tiene la capacidad de transformar para bien o para mal, la vida de sus educandos; quién brilla con luz propia, y es imposible olvidar…Es el “partero del alma”, quién ayuda a cada estudiante a conocerse y quererse, a valorarse como un ser único y especial, dotando de herramientas especiales a cada uno de sus estudiantes, para que luego sean seres felices y útiles a la sociedad.
Necesitamos educadores comprometidos con su labor, dispuestos a dar lo máximo de sí mismo a sus educandos. Que se conviertan en la diferencia entre un pupitre vacío o uno ocupado, entre un delincuente o un  joven de bien. Porque la mejor lotería que le puede tocar a un ser humano, es que le toque un maestro cariñoso, enamorado de su trabajo y dispuesto a ejercer la consigna de la Madre Teresa de Calcuta quien decía: “No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz”, esa es la verdadera misión del Educador, cuyo quehacer va más allá de la enseñanza de matemática, biología, física, química o inglés. Su labor es más sublime e importante. Es quien forma personas, despertando sus habilidades y destrezas, para enseñarlos a vivir con autenticidad, con metas por cumplir, llenos de esperanza y buscándole un sentido a su existencia, para dar lo mejor de sí a todo el que los rodee. Teniendo siempre presente que el verdadero educador es  quien sabe despertar la humanidad de cada niño(a) o joven que pasa por sus manos; si logramos evocar la riqueza y las posibilidades que hay dentro de cada estudiante, estaremos asumiendo con mucha responsabilidad nuestro trabajo.
"No podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños; no podéis prepararlos para la vida, si no creéis en ella; no podríais mostrar el camino, si os habéis sentado, cansados y desalentados en la encrucijada de los caminos." Celestin Freinet

Artículo Publicado Por el Diario Los Andes de Mérida-Venezuela.
El 17 de Enero de 2013

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